Volver a visitar Egipto antes de morir
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Texto original de Inglés traducido al Español
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Descripción
En una pequeña habitación, tenuemente iluminada por los rayos de un atardecer tardío, me miro las manos temblorosas. Los médicos me han dicho que el tiempo que me queda se mide en meses, no en años. Ya no siento rabia, sólo un deseo ardiente: ver Egipto, la tierra sobre la que había leído desde la infancia, entre las páginas polvorientas de libros sobre pirámides, faraones y dioses.
Con mis últimos ahorros y la ayuda de unos amigos, conseguí reservar un viaje corto. Cuando el avión descendió sobre el desierto y el Nilo apareció como una cinta verde entre las arenas doradas, se me llenaron los ojos de lágrimas. No podía creer que mi sueño se estuviera haciendo realidad.
Al día siguiente, al atardecer, me paré ante las pirámides de Giza. El viento traía el aroma de la arena y la historia. Me senté, apoyando la espalda en una piedra de miles de años de antigüedad. A mi alrededor, los turistas hacían fotos, pero yo simplemente cerré los ojos, sintiendo que el tiempo se estiraba. Estaba allí, ante la eternidad, y por un momento la enfermedad dejó de importar.
En el cálido silencio del desierto, susurré: "Ahora puedo irme en paz". Y sonreí, porque mi sueño se había cumplido.

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