Íbamos y llevábamos a los niños comida, ropa, intentábamos interactuar, jugar con ellos, animarles, lo que nos podíamos permitir en ese momento. Más tarde, empezamos a llevar a muchos amigos y conocidos a estos centros, intentábamos implicarnos y ayudar. Por desgracia, las cosas no siempre eran como esperábamos, y nos dimos cuenta de que había un cierto estado de ánimo entre las personas que trabajaban en estos hogares infantiles que no podíamos, de ninguna manera, cambiar mucho.

Me di cuenta de que había muchos niños de la calle, niños que tenían que mendigar, niños que no sabían jugar, que se peleaban. Tenía muchas ganas de implicarme en la vida de esos niños y así empezó "La maravilla entre los bloques". Empezamos a reunir a estos niños, a comprarles juguetes y a jugar. Me pasé todo un verano jugando con los niños entre los bloques. Les enseñé a jugar, a comportarse, empezamos a conocernos, a interactuar, a hablar de cosas de la vida. Un verano durante el cual los niños empezaron a formarse sus ideas sobre el futuro, muchos de los niños habían abandonado la escuela. Cuando se acercó septiembre, propuse ir a la escuela, hablar con los profesores, matricularlos, comprarles material escolar y empezar un curso escolar.